Por: Carlos Jaime Fajardo
Revista Viento del Sur
08 de mayo de 2011
La muerte que perseguía los sueños y la libertad en Argentina, fue amordazada por las Madres de la Plaza de Mayo debido a su coraje, su creatividad y su resistencia. Por eso, en este mes que se celebra en Colombia el día de la madre, es necesario hacer un homenaje a dichas heroínas y aprender de ellas.
En la década del setenta, se presentaron una serie de dictaduras militares en la parte sur del continente americano, uno de los lugares fue Argentina, donde se persiguió a jóvenes que tenían ideas diferentes, llegando a su asesinato y desaparición, sin duda el terrorismo de Estado se campeaba por todas partes.
Sin embargo, la indignación de dichas madres y su coraje no dejaron pasar desapercibido tales sucesos, proponiendo a cambio formas de denuncia para que les devolvieran a sus hijos, tal iniciativa de Azucena Villaflor, una de las líderes mas significativas del proceso, fue prendiendo entre las miles de madres que no sabían nada de sus hijos desaparecidos por los militares.
Fruto de su resistencia se logró que devolvieran innumerables jóvenes que estaban recluidos en guarniciones militares, que se devolvieran cadáveres que estaban desaparecidos y que se juzgara a los responsables.
Desafortunadamente en nuestro país, mientras se ha comercializado el homenaje a las madres, aún no se sabe de la suerte de miles de desaparecidos, que en su mayoría pertenecen a los estratos bajos, por el solo delito de atreverse a pensar diferente o por hacer estorbo a los macroproyectos económicos.
Un caso de tales desaparecidos, tiene que ver con lo que se han llamado falsos positivos, que en realidad son crímenes de Estado, que gracias a las madres de Soacha, se denunció y se destapó semejante atropello a la vida.
Por eso, en este mes de las madres, vale la pena retomar lo que decían las argentinas, todos los desaparecidos son nuestros hijos, todos los desplazados son nuestros hijos, todos los amenazados son nuestros hijos, todos los perseguidos son nuestros hijos, rompiendo el egoísmo y entendiendo que el otro también soy yo.
Revista Viento del Sur
08 de mayo de 2011
La muerte que perseguía los sueños y la libertad en Argentina, fue amordazada por las Madres de la Plaza de Mayo debido a su coraje, su creatividad y su resistencia. Por eso, en este mes que se celebra en Colombia el día de la madre, es necesario hacer un homenaje a dichas heroínas y aprender de ellas.
En la década del setenta, se presentaron una serie de dictaduras militares en la parte sur del continente americano, uno de los lugares fue Argentina, donde se persiguió a jóvenes que tenían ideas diferentes, llegando a su asesinato y desaparición, sin duda el terrorismo de Estado se campeaba por todas partes.
Sin embargo, la indignación de dichas madres y su coraje no dejaron pasar desapercibido tales sucesos, proponiendo a cambio formas de denuncia para que les devolvieran a sus hijos, tal iniciativa de Azucena Villaflor, una de las líderes mas significativas del proceso, fue prendiendo entre las miles de madres que no sabían nada de sus hijos desaparecidos por los militares.
Fruto de su resistencia se logró que devolvieran innumerables jóvenes que estaban recluidos en guarniciones militares, que se devolvieran cadáveres que estaban desaparecidos y que se juzgara a los responsables.
Desafortunadamente en nuestro país, mientras se ha comercializado el homenaje a las madres, aún no se sabe de la suerte de miles de desaparecidos, que en su mayoría pertenecen a los estratos bajos, por el solo delito de atreverse a pensar diferente o por hacer estorbo a los macroproyectos económicos.
Un caso de tales desaparecidos, tiene que ver con lo que se han llamado falsos positivos, que en realidad son crímenes de Estado, que gracias a las madres de Soacha, se denunció y se destapó semejante atropello a la vida.
Por eso, en este mes de las madres, vale la pena retomar lo que decían las argentinas, todos los desaparecidos son nuestros hijos, todos los desplazados son nuestros hijos, todos los amenazados son nuestros hijos, todos los perseguidos son nuestros hijos, rompiendo el egoísmo y entendiendo que el otro también soy yo.
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