Carlos Jaime Fajardo
Revista Viento del Sur
5 febrero 2011
El abrazo con Chávez, el collar que una indígena caucana colocó a Santos en agosto pasado, la propuesta de unidad nacional, el alza del salario del 4%, han tendido un ropaje confuso sobre el presidente, que ha llevado a que sectores de la oposición como el partido Liberal, algunos del Polo Democrático Alternativo, algunos sindicalistas e indígenas, consideren que se produjo un cambio del proyecto uribista, decidiendo hacer parte de su régimen, por lo que se hace necesario empezar a desnudarlo.
Veamos entonces, ¿en qué se diferencian los dos gobiernos?, Uribe proviene de los terratenientes, mientras Santos de una tradición burócrata y empresarial; el primero rígido en sus principios conservadores, mientras el otro es pragmático; el ex presidente se casó exclusivamente con los E.E.U.U, mientras el actual propone otros mercados; en la agricultura el reelecto apostó a los monocultivos, mientras el actual a la diversificación; Uribe se aisló de sus vecinos mientras Santos se acercó. Tales matices han llevado a una percepción de disputas con el uribismo puro, lo que sin duda se profundizará en las próximas elecciones, porque tener el derecho a decidir quién firma los contratos y las nóminas oficiales, puede separarlos.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, lejos están de conducir el Estado y el mercado de manera diferente. Entonces, ¿en qué se asemeja Santos a su antecesor?, en querer reformar la Constitución del 91, para darle más juego al neoliberalismo, por medio de la ley de disponibilidad fiscal, supeditando los derechos fundamentales a dicha norma; en cuanto a la mayor concentración del poder y los recursos, con la propuesta de acabar con la autonomía de las car, la reforma a las regalías y centralizar los recursos municipales de las vías terciarias; en cuanto al saqueo de recursos naturales, con la entrega de la décima parte del país a multinacionales petroleras y mineras; en cuanto a recortar libertades políticas de quienes están fuera de la coalición, a quienes limitó con la reforma política, sacando del censo a los abstencionistas de la última jornada; continuó con la militarización de la sociedad a costa de lo social, reformando la salud y como si fuera poco, también busca la reelección.
Ante dicho panorama, no queda otra alternativa que bajarse de la nube de la prosperidad oligárquica, apostándole a una verdadera sociedad democrática, para lo que se requiere que sectores progresistas no se dejen cooptar ni comprar con tiquetes de la locomotora neoliberal fascista.
Revista Viento del Sur
5 febrero 2011
El abrazo con Chávez, el collar que una indígena caucana colocó a Santos en agosto pasado, la propuesta de unidad nacional, el alza del salario del 4%, han tendido un ropaje confuso sobre el presidente, que ha llevado a que sectores de la oposición como el partido Liberal, algunos del Polo Democrático Alternativo, algunos sindicalistas e indígenas, consideren que se produjo un cambio del proyecto uribista, decidiendo hacer parte de su régimen, por lo que se hace necesario empezar a desnudarlo.
Veamos entonces, ¿en qué se diferencian los dos gobiernos?, Uribe proviene de los terratenientes, mientras Santos de una tradición burócrata y empresarial; el primero rígido en sus principios conservadores, mientras el otro es pragmático; el ex presidente se casó exclusivamente con los E.E.U.U, mientras el actual propone otros mercados; en la agricultura el reelecto apostó a los monocultivos, mientras el actual a la diversificación; Uribe se aisló de sus vecinos mientras Santos se acercó. Tales matices han llevado a una percepción de disputas con el uribismo puro, lo que sin duda se profundizará en las próximas elecciones, porque tener el derecho a decidir quién firma los contratos y las nóminas oficiales, puede separarlos.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, lejos están de conducir el Estado y el mercado de manera diferente. Entonces, ¿en qué se asemeja Santos a su antecesor?, en querer reformar la Constitución del 91, para darle más juego al neoliberalismo, por medio de la ley de disponibilidad fiscal, supeditando los derechos fundamentales a dicha norma; en cuanto a la mayor concentración del poder y los recursos, con la propuesta de acabar con la autonomía de las car, la reforma a las regalías y centralizar los recursos municipales de las vías terciarias; en cuanto al saqueo de recursos naturales, con la entrega de la décima parte del país a multinacionales petroleras y mineras; en cuanto a recortar libertades políticas de quienes están fuera de la coalición, a quienes limitó con la reforma política, sacando del censo a los abstencionistas de la última jornada; continuó con la militarización de la sociedad a costa de lo social, reformando la salud y como si fuera poco, también busca la reelección.
Ante dicho panorama, no queda otra alternativa que bajarse de la nube de la prosperidad oligárquica, apostándole a una verdadera sociedad democrática, para lo que se requiere que sectores progresistas no se dejen cooptar ni comprar con tiquetes de la locomotora neoliberal fascista.
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