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En el año 2004 nació el proyecto de la Revista Viento del Sur en Colombia, con publicaciones semestrales. Hoy llegamos a la edición No. 8, hemos realizado programas radiales cada semana en la Ud Stereo durante los últimos 5 años. Se han desarrollado seminarios académicos sobre temas como: La historia de la protesta urbana en Bogotá, los 80 años de la Masacre de las Bananeras, Memoria de las revoluciones, e Industrias culturales, medios de comunicación y dominación. Somos miembros promotores de la Coordinación Colombiana de Medios Alternativos CCMA.

viernes, 5 de junio de 2009

La doctrina Uribe del conflicto

Por Carlos Jaime Fajardo
Revista Viento del Sur
15 de septiembre de 2005

La paloma que soltaron como símbolo de pureza cuando declararon inocente a Michael Jackson el pasado 14 de junio me produjo la misma indignación que cuando Álvaro Uribe lanza frases al viento diciendo que en Colombia se vive en plena democracia. A lo largo de su gobierno, llaman la atención sus discursos en los que utilizando "nuevas semánticas" niega la lucha de clases, la diferencia entre izquierda y derecha, la existencia del conflicto armado interno, entre otras realidades. Discursos que a pesar de no corresponder a la realidad social, tienen un contenido ideológico y político que va sustentando el carácter del régimen.

Un ejemplo que ilustra la doctrina Uribe con el uso de "nuevos conceptos" es el debate actual sobre si existe o no conflicto armado en Colombia, a pesar de ser éste un lenguaje de moda. Esta definición tiene repercusiones en la vida política y social del país, de ahí la importancia del debate.

El concepto de conflicto armado

Desde el punto de vista político, en la caracterización del proceso revolucionario colombiano se presentan diferentes interpretaciones, pues unos sectores de la izquierda lo consideran llanamente "conflicto armado" mientras otros lo denominan "guerra civil" o "guerra civil revolucionaria" o "guerra popular". Algunos analistas hablan de guerra civil con expresiones regionales, conflicto armado prolongado y de mediana intensidad. Más allá de este debate, debe tenerse en cuenta que la discusión que se da al respecto en el presente artículo, tiene como base el debate jurídico y sus implicaciones políticas, por tanto el propósito no es terciar en la discusión mencionada.

En ese sentido, la legislación internacional contenida en el Protocolo II, considera que éste:

"se aplicará a todos los conflictos armados que no estén cubiertos por el artículo 1 del Protocolo I y que se desarrollen en el territorio de una Alta Parte contratante entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar el Protocolo".

Por tanto no es cierto que un requisito para definir si es o no conflicto armado, desde el derecho internacional humanitario (DIH), que dicho conflicto lo provoque un partido político que en aras de la oposición haya tomado las armas, como lo argumenta José Obdulio Gaviria en el libro "Sofismas del terrorismo en Colombia".

Por su parte, Steven David define el conflicto como "una confrontación violenta cuyos orígenes echan raíz esencialmente en factores domésticos más que en factores ligados al sistema internacional, y en el cual la violencia armada transcurre esencialmente en los límites de un solo estado". (Citado por Eduardo Pizarro en "Una democracia asediada". Bogotá, Norma, 2004, pág. 46.)

Negar la existencia del conflicto no sólo corresponde a la doctrina Uribe, sino que hace parte de la ideología del imperialismo, ya que algunos asesores del Pentágono en su nueva estrategia, "la lucha contra el terrorismo", basados en la concepción de los conflictos asimétricos, empiezan a decir que la "amenaza terrorista" no se presenta sólo en países en conflicto sino también en los países en paz, de ahí la importancia de ajustar la legislación internacional para combatirlo y la necesidad de intervención en todas partes para prevenirlo.

De todos modos antes que pretender ajustar la realidad a un concepto, lo que debe de analizarse es la realidad en sí para caracterizarla. Algunos sectores del conflicto armado han centrado su accionar contra los civiles, como se demuestra en el libro "Deuda con la humanidad", editado por el Cinep en el 2005, o en las constantes redadas masivas contra civiles, desapariciones y amenazas. Esto puede dar lugar para aplicar el concepto de "guerra contra la sociedad", utilizado por Eduardo Posada Carbó en el libro "Guerra civil, el nuevo lenguaje del conflicto" (2001), pero al observar a los responsables, encontramos que en su gran mayoría corresponden a los paramilitares, en su ejecución de la "guerra sucia", al estar librados de trabas constitucionales y legales. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de todas las organizaciones ni de la generalidad del conflicto, pues las cifras de los partes de guerra de las fuerzas militares muestran el permanente enfrentamiento con fuerzas irregulares, como el aspecto principal de éste.

Aspectos legales

Llama la atención cómo desde la ideología que viene impulsando el imperialismo yanqui, la normatividad internacional se desconoce. Tal fue el caso con la agresión a Iraq que desconoció algunas medidas de la ONU, o la no firma de tratados internacionales como el estatuto de Roma sobre la Corte Penal Internacional, incluso tratados de apariencia menos trascendental como el de Kyoto sobre la protección del medio ambiente, para no mencionar la permanente violación al DIH y los derechos humanos que en todas las partes del mundo cometen los Estados Unidos. Por su parte, el presidente Uribe hace lo propio. No en vano pidió el retiro del delegado de la ONU James Lemoyne, argumentando la no compatibilidad de enfoques sobre la situación de guerra que se vive en el país. Hoy, con argucias "lingüísticas", busca esquivar la aplicación del DIH en la guerra que se desenvuelve en Colombia.

A pesar de dichas pretensiones, además de regir el Protocolo II, que rige para los conflictos internos, como el caso colombiano, sí se tiene en cuenta el artículo primero del Protocolo I, sobre principios generales en el inciso 4, que considera que éste tiene aplicación en los casos "en que los pueblos luchan contra la dominación colonial y la ocupación extranjera y contra los regímenes racistas, en el ejercicio del derecho de los pueblos a la libre determinación", pues no se debe olvidar que uno de los objetivos de las guerrillas colombianas y de sectores populares es su lucha contra la dominación extranjera de los Estados Unidos, que hoy ha profundizado su intervención por medio de los llamados asesores y contratistas, recursos financieros y monitoreo económico y político del estado colombiano. Por eso hoy puede afirmarse que, además del Protocolo II, habría cabida para aplicar el Protocolo I.

Si bien es cierto que en el Protocolo II, artículo 1, inciso segundo, se considera que: "este no se aplicará a las situaciones de tensiones internas y de disturbios interiores, tales como los motines, los actos esporádicos y aislados de violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados", de todos modos debe tenerse en cuenta que lo más sutil del conflicto en Colombia puede ser el ejemplo de López de Micay en el Cauca, en donde después de un partido de fútbol, entre la comunidad y la policía, esta última al no lograr el triunfo, la emprendió con sus armas contra la comunidad, el día 13 de junio de 2005.

En ese sentido, al no aplicarse el DIH, una de las normas que se aplica es la legislación interna basada en los estados de excepción como lo fue el decreto 2002 de agosto de 2002 sobre las zonas de rehabilitación, en las que la autoridad civil fue suplantada por la militar, o el intento de imponer el llamado estatuto antiterrorista en las que a todas luces eran medidas contra el pueblo.

De ahí que el presidente Uribe sostenga desde diferentes argumentos que en Colombia lo que se presenta es una "escaramuza de terroristas", negando la intensidad de la guerra, permanencia y objetivos políticos, con el único propósito de no respetar ni acogerse al protocolo II sobre los conflictos armados no internacionales y aplicar su doctrina de "seguridad democrática".

Implicaciones de la doctrina Uribe

Indudablemente, el problema no es semántico, sino que refleja lo que es el actual régimen político colombiano, que busca adelantar y legitimar cambios en diferentes aspectos, jurídicos, políticos e ideológicos, con el propósito de adelantar en Colombia la consolidación del proceso fascista.

En lo político: en primer lugar, negar la existencia del conflicto armado interno llevará a no aplicar el DIH, en particular el Protocolo II, lo que significa el no reconocimiento político a organizaciones revolucionarias, ni la existencia de presos políticos, ni acuerdos humanitarios. De ahí que el gobierno pretende abolir de la ley 418 la posibilidad de darles estatus político a las guerrillas. Sin embargo, en el artículo 64 del proyecto de "justicia y paz" ha insistido en otorgárselo a las AUC.

En lo militar: implica que se podrán utilizar cualquier tipo de armas contra los beligerantes, desde armas químicas hasta biológicas. Se dice que en algunas regiones los militares han esparcido virus contra algunos frentes guerrilleros, lo que ha sido denunciado por pobladores de Nariño y Tolima en 1999. Con esto se busca no aplicar el artículo 37 del Protocolo I, inciso 1º, que dice: "En todo conflicto armado, el derecho de las partes en conflicto a elegir los métodos o medios de hacer la guerra no es ilimitado", incluso las fumigaciones con glifosato como arma de destrucción contra cultivos de pancoger de los campesinos hace parte de la estrategia de tierra arrasada con propósitos militares contra las guerrillas en su lógica de menguar el abastecimiento. No en vano dichas fumigaciones se han concentrado en el sur del país, donde se ha fortalecido más la guerrilla, y no en el norte, donde hay predominio paramilitar. Otra implicación será la no distinción entre combatientes y civiles, pues esta es norma del DIH, y muy probablemente se seguirán aplicando medidas de la política de "seguridad democrática" como las redadas masivas o los constantes asesinatos de civiles pasados como combatientes guerrilleros. (En los últimos meses se presentan denuncias por los casos de Cajamarca, Arauca, Valledupar, Apartadó, Chocó, entre otros. En el caso de Cajamarca fueron llamados a juicio seis militares y en el de Arauca contra los sindicalistas también fueron llamados a juicio oficiales del ejército).

En lo diplomático: el pasado 14 de junio el ejecutivo emitió una directiva técnica a todo el cuerpo diplomático de Colombia en el exterior, en la que les prohíbe utilizar el concepto de "conflicto armado" para referirse a la situación nacional. Ya el pasado lunes 31 de enero de 2005, el presidente Uribe había invitado el cuerpo diplomático acreditado en Colombia a la Casa de Nariño, y en su discurso advirtió que en Colombia no había un conflicto armado sino una "amenaza terrorista". Posteriormente, en Cartagena, durante la reunión de los 24 países que conforman la mesa de donantes, volvió a sustentar dicha tesis. Con esta actitud evidencia la intensión de esconder y desvirtuar la realidad nacional en el ámbito internacional. Debe tenerse en cuenta que el tono de Uribe se ha venido elevando al respecto, pues en un inicio sólo decía que no había conflicto armado, mientras ahora prohíbe decir que hay conflicto, queriendo imponer un lenguaje uniforme para "caracterizar" la situación nacional para desvirtuarla.

Esto implica que ciertas ayudas humanitarias y presencia de organismos internacionales en territorio colombiano no tengan piso legal, lo cual conviene para la aplicación de la política de "seguridad democrática" y del Plan Patriota, pues a pesar de que muchos de estos organismos internacionales legitiman las agresiones imperialistas contra el pueblo, debe tenerse en cuenta que en otros casos denuncian atropellos y se convierten en los ojos del mundo en el conflicto armado colombiano.

La alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Louise Arbour, aseguró que en Colombia sí hay conflicto armado y que esto compromete seriamente la aplicación del DIH.

La señora Arbour, al ser entrevistada al respecto, expresó: "Mi visión sobre la situación en Colombia es que se refleja un conflicto armado, continuo y prolongado. La existencia de ese conflicto es cuestión de hechos y derechos y yo creo que se necesita experiencia legal para determinar si es el caso". El 17 de junio de 2005, el delegado de la ONU para Colombia, Roberto Meyer, así como Acnur, manifestaron que si el gobierno niega la existencia del conflicto, ellos se van del país. Recientemente se presentó el suceso con el gobierno ecuatoriano en donde la cancillería colombiana rechazó el derecho de neutralidad de ese gobierno en el conflicto armado interno, argumentando que lo que existe es la lucha global contra el terrorismo. Sin embargo, a principios del mes de julio viajó al exterior en ofensiva diplomática una delegación de senadores y ministros del gobierno Uribe, para justificar la impunidad de la ley de "justicia y paz", argumentando que no ha sido posible someter a los paramilitares por la intensidad del conflicto interno.

En el plano jurídico, la consecuencia práctica al sustentar que no hay un conflicto armado interno sino una "amenaza terrorista", es que dejaría de regir el Protocolo II de Ginebra. Si no hay guerra, sino la persecución de terroristas, se elimina el delito político, se diluye la obligación de respetarle la vida al enemigo cuando se rinde, de proteger los bienes y la vida de los civiles, de respetar las misiones médicas, símbolos y lugares protegidos, y lo más preocupante la lucha contra el llamado terrorismo la regiría la legislación interna (según el DIH) basada en los estados de excepción, creada por Uribe y su bancada del 35% del cuestionado congreso.

En lo ideológico: este punto es vital para el fortalecimiento del régimen, pues implica, además de lo expuesto anteriormente, la negación del derecho de oposición, y todo el que lo haga está en el campo "terrorista". Ejemplos se han presentado ya en este gobierno, como es el caso con las oenegés y algunos medios de comunicación tachados como cajas de resonancia del "terrorismo", por el solo hecho de trasmitir noticias sobre el conflicto, o los jueces que no hacen lo que el gobierno quiere. Ideas que no sólo se lanzan al viento sino que además van siendo adoptadas por parte de la opinión pública, lo cual facilita, o incluso justifica, los atropellos contra el pueblo. De todos modos lo que se viene presentando es el intento por uniformizar las mentes a través del lenguaje para encubrir la represión.

Conclusión

Indudablemente con la doctrina Uribe se busca profundizar el conflicto armado, por ejemplo con la idea de que la población no debe ser neutral frente a las acciones de la guerrilla: "en las sociedades democráticas no hay neutralidad de los ciudadanos frente al delito", ha dicho en varios discursos. "No hay fronteras entre las fuerzas armadas y los ciudadanos". Desde el inicio de su gobierno, Uribe ha insistido en que los civiles deben tomar partido y una posición activa contra las guerrillas, por ejemplo, sirviendo como cooperantes o informantes, soldados campesinos, etc., es decir, impulsa su política de corporativismo militar, característica fundamental de su estrategia.

Es probable que para el común de las personas esta discusión no pase de ser un juego de palabras, sin consecuencias prácticas, pero lo cierto es que este debate tiene grandes implicaciones sociales y políticas, que no deben subestimarse, como se expuso anteriormente.

De todos modos, llama la atención el papel que el lenguaje viene cumpliendo en la contrainsurgencia y la agresión a los pueblos por parte de los países imperialistas y los gobiernos títeres. Recuérdese la andanada de opinión y adjetivos utilizados por Bush contra Hussein, para justificar la agresión a Iraq. Tal vez Bush y Uribe se estén basando en la teoría de que vivimos en las guerras de cuarta generación, que sustentan que un aspecto fundamental para la contrainsurgencia es la opinión pública (desinformar y desprestigiar al enemigo). En este caso, una característica de la doctrina Uribe es que busca uniformizar el lenguaje, pues también dijo que no se podía hablar de "comunidades de paz" refiriéndose al caso de San José de Apartadó en Antioquia. Ojala no prohíba que se utilice el término hambre o el de fascismo.

Así Uribe niegue la justeza de la lucha del pueblo, la realidad se impone ante esta forma de confusión que buscan imponer, ya que su doctrina tiene bases falsas y está en contra de la rueda de la historia.


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La "banda" presidencial colombiana: ¿patriota o realista?



Carlos Jaime Fajardo

13:23h. del Jueves, 10 de agosto de 2006.

En este 7 de agosto, fecha en la que se conmemoraron 187 años del triunfo de los patriotas sobre los realistas colonizadores, se posesionó el presidente Uribe por segunda vez. En esta ocasión, la banda presidencial fue puesta al revés por la presidenta del Congreso. Además, dicha posesión no contó con la presencia de presidentes suramericanos que han levantado las banderas bolivarianas. ¿Qué significa esto? ¿Son coincidencias? Al hacer una breve comparación entre dos modelos, el de Uribe Vélez y el de Evo Morales, se puede dar parte de la respuesta a los interrogantes planteados.

Los recursos naturales

Una de las formas como expoliaron estas tierras los españoles fue el saqueo del oro, situación defendida por los realistas de manera vehemente. Sin embargo hoy, al igual que hace 500 años en busca de El Dorado, se vuelve a promover dicha práctica. Por ejemplo, en el articulo de El Tiempo “Lo que Colombia ofrece”, del día 23 de enero de 2006, se da cuenta de la licitación a tres áreas con potencial aurífero para ofrecerlas a los inversionistas en el primer trimestre. Estas son: La Vega-Almaguer (Cauca) con 3.625 hectáreas; Pantanos Pegadorcito (Dabeiba y Frontino, Antioquia) con 2.800 hectáreas; y Piedra Ancha-Guachavez (Nariño) con 9.856 hectáreas.

Pero, ¿quiénes se van a beneficiar de esta feria de recursos mineros? Según el artículo de la revista Semana “Cazadores de tesoros”, del mes de noviembre de 2005, se puede evidenciar que la multinacional sudafricana Anglo Gold Ashanti, la segunda del sector en el mundo, explorará oro en 1,2 millones de hectáreas distribuidas en varias zonas de Bolívar y Antioquia, además de los trabajos que hoy adelanta en Cauca y Nariño. La multinacional Colombia Goldfields, radicada en Canadá, firmó acuerdos para explorar el metal precioso en Antioquia y Caldas, con inversiones que podrían llegar a los 200 millones de dólares en los próximos cinco años, la que alistó sus acciones en las bolsas de Francfort y Berlín, anunciando que su proyecto de Caramanta (en las montañas de Marmato) promete rendimientos de hasta el 100% en los próximos años. La compañía Greystar adelanta desde hace varios años inversiones de exploración minera. Es el caso del proyecto conocido como Angostura, en California, Santander. Allí se podrían extraer hasta 300 mil onzas por año, y ya hay reservas probadas de 10 millones de onzas. Hasta el momento, esta compañía ha realizado inversiones por unos 35 millones de dólares.

No en vano los discursos presidenciales del 20 de julio y del 7 de agosto han insistido en garantizar la inversión de capital extranjero para lo que ya el gobierno expidió el código minero. Pero en estos discursos no se dice que estas multinacionales están despojando a campesinos de sus tierras y quebrando a los productores artesanales del oro en diferentes regiones del país. Similares despojos sucedieron en la época de la conquista contra los pueblos indígenas.

Otro caso de la feria de recursos naturales es el petrolero, que el gobierno Uribe una vez reelecto anunció, con la privatización del 20% de Ecopetrol. Con el achaque de la capitalización, remedando a Sánchez de Losada en Bolivia para entregar el petróleo a las multinacionales. Ya en el año 2004 el gobierno Uribe expidió el decreto 1760, que escindió la empresa y le cambió su naturaleza, convirtiéndola en una sociedad por acciones.

Simultáneamente, el gobierno ha implementado determinaciones en materia de política petrolera, conducentes a la desnacionalización de la industria. También decidió prorrogar los contratos de asociación del gas de La Guajira, y del crudo de Sabana de Torres y Caño Limón, beneficiando a las multinacionales Chevron, Texaco y Oxy; dispuso el regreso al contrato de “concesión moderna”, que concede el 100% de la producción a las transnacionales; entregó los campos de producción directos mediante contratos de crudo incremental y alianzas estratégicas a la Oxy, Schulemberger y BP entre otras; así mismo, anuncia la venta de la refinería de Cartagena y abandona deliberadamente el mantenimiento del complejo de Barrancabermeja con el fin de facilitar su desmonte y posterior privatización. (Véase: Becerra y Navarro, “Huelga petrolera y lucha popular”, en Revista Viento del Sur, N. 1, octubre de 2004).

Por otra parte, en dirección contraria, el gobierno de Evo Morales, en defensa de los intereses nacionales, emitió el 1 de mayo de este año los decretos sobre la nacionalización de hidrocarburos. Las multinacionales afectadas fueron un total de veintidós: Empresa Petrolera Andina S.A, Empresa Petrolera Chaco S.A, Repsol YPF, E&P Bolivia S.A, BG Bolivia Corporation, PAE E&P Bolivia Ltd, Vintage Petroleum Boliviana Ltd, Petrobras Bolivia S.A, Total Exploration Production Bolivie, Dong Won Corporation Bolivia, Mobil Boliviana de Petróleos Inc, EPEC Ventures Bolivia Corporation, Petrobras Energía S.A. Sucursal Bolivia, Pluspetrol Bolivia Corporation S.A, Petrolex S.A. Tecpetrol de Bolivia S.A, Canadian Energy Enterprises (CEE) Bolivia SRL, Monelco SRL, Matpetrol S.A, Servicios Integrales EPSI Ltda, Sterner Investments Corp, Orca S.A. Realmente era toda una expedición de multinacionales las que estaban saqueando ese país.

Los defensores de estas multinacionales pusieron el grito en el cielo argumentando que la nacionalización es una medida “utópica”, “irrealizable”; significaría para el país un “salto al vacío” en el contexto actual de la globalización de la economía y de la industria petrolera mundial. (Di Mirko Orgáz Garcia, “¿Es posible la nacionalización del gas?”, junio de 2004, www.cedib.org). Con el decreto 28701 dichas multinacionales están obligadas a entregar su producción de gas y crudo a la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), que decidirá sobre su comercialización, transporte, almacenaje, exportación, precios y volúmenes.

Uno de los argumentos de Evo para la nacionalización fue de carácter legal, ya que la constitución política de Bolivia, en el artículo 137, reza que los hidrocarburos son de propiedad inalienable de la nación boliviana, por lo que el marco jurídico dejado por Sánchez de Losada, -capitalización, ley de hidrocarburos y decreto supremo 24806-, que transfiere la propiedad de los yacimientos a las extranjeras compañías del petróleo es ilegal e inconstitucional. La política de defender los recursos naturales bolivianos del saqueo extranjero se ha extendido también al recurso del gas, ya que esta ha sido una reivindicación popular. Recuérdense los levantamientos de octubre de 2003 con este objetivo.


Reforma agraria

En el caso colombiano, los censos agropecuarios del DANE muestran que el 0,4 %, es decir, solamente 15 mil personas disponen del 50% de la tierra útil para labores agropecuarias en Colombia, es decir, de las mejores. En Colombia hay 114 millones de hectáreas de tierra. De éstas, 51.3 millones de hectáreas son consideradas como superficie agropecuaria, de las cuáles sólo 10 millones son realmente adecuadas para la agricultura. Actualmente se usan para esta actividad unos cuatro millones de hectáreas, mientras que 30 millones se usan para la ganadería extensiva. (Véase: Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, “El neoliberalismo, la cuestión agraria y el conflicto social y armado en Colombia”, ponencia presentada en la Conferencia Internacional “El otro Davos”, enero de 2001, en: www.prensarural.org).
Esta situación ha lanzado a gran parte de campesinos desplazados a abrir nuevas fronteras agrícolas en zonas de colonización, viéndose obligados a sembrar miles de hectáreas de coca, por ser el único cultivo rentable.

Por su parte, el gobierno Uribe ha propuesto confiscar las tierras donde haya sembrados de uso ilícito. En los hechos, estas tierras están en zonas de colonización en las que no hay títulos de propiedad, que en su mayoría son tierras ocupadas por colonos expulsados de otras regiones o son zonas de economías campesinas marginadas.

En un estudio encargado por el Banco Mundial a la Universidad de los Andes, y publicado recientemente, puede leerse lo siguiente: “El desplazamiento puede estar generando una contrarreforma agraria’ hacia una reconcentración de tierras en grandes proporciones. Estimaciones recientes sugieren que la tierra abandonada por desplazados en años recientes asciende a cuatro millones de hectáreas, cifra que casi triplica la tierra redistribuida durante más de cuatro décadas de reforma agraria...” (Citado por Juan Camilo Restrepo, “Los señores de la tierra”, periódico El Espectador).

Ante esta situación, el señor presidente actúa al revés, al igual que su “banda”, buscando legitimar y legalizar dicha concentración de la tierra por medio de la ley de “justicia y paz”. En cambio uno de sus invitados ausentes, Evo Morales, ha actuado de manera diferente. Sobre la reforma agraria, en el marco del plan “Revolución Agraria”, se aprobaron siete decretos, uno de los cuales autoriza la distribución inmediata de 2.2 millones de hectáreas de tierras fiscales en favor de quienes no la tengan. También entregó títulos comunitarios, equivalentes a 3.1 millones de hectáreas, a los pueblos Chiquitano, Tentayapi y Chacobos, así como a campesinos de los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija.

Este plan, además, contempla la subvención estatal a la producción de artículos estratégicos como la quinua, el trigo, la cebada, entre otros. El objetivo de este programa es lograr acceso a mercados como China, África y Europa. También se prevé iniciar un proceso de mecanización municipal del agro, es decir que el estado otorgue a cada municipio una decena de tractores que luego serán usados por los productores agropecuarios. (Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo, periódico N. 2, agosto de 2006).

En los próximos días se efectuará una segunda fase de reforma agraria anunciada por el presidente Evo, consistente en la reversión de las tierras de los terratenientes que no cumplen un fin social, tierras ociosas, tierras improductivas. También se llevará a cabo la asamblea constituyente, que busca una serie de transformaciones de la sociedad boliviana, tales como la implantación de las autonomías regionales en el marco de la construcción de la nación.


El tratamiento indígena

Una última comparación es el tratamiento que Uribe les da a los pueblos originarios o aborígenes. Recordemos las ultimas movilizaciones que estas comunidades realizaron para resistir a las políticas que buscan despojarlos de sus territorios y costumbres, como las leyes del agua, de páramos y forestal, al igual que el TLC que socava su seguridad alimentaria, en las que fueron reprimidos de manera brutal al igual que en el pasado lo hacían en las expediciones de Ampudia, Añasco y posteriormente la de Pablo Morillo, con el argumento de civilizar y pacificar. Tal como sucedió el pasado mes de mayo en el departamento del Cauca, al suroccidente del país, donde los indígenas fueron asesinados, desaparecidos, heridos, maltratados y saqueados por ordenes directas del gobierno Uribe. En cambio, el gobierno boliviano viene haciendo un reconocimiento a las luchas históricas de estos pueblos, los cuales, por primera vez en la historia contemporánea, han asumido la dirección de su país, encabezados por Evo.

En síntesis, la anécdota de la “banda” presidencial no fue casualidad sino que expresa los intereses antinacionales del presidente Uribe. Lo expuesto previamente muestra que lo que existe en el gobierno es una “banda” de neorrealistas. Por eso, cuando él dice “compatriotas” se refiere a los dueños de empresas multinacionales, y no a la mayoría de los colombianos. Por alguna razón, los presidentes progresistas de Latinoamericana no asistieron a la posesión, tal vez para no deshonrar esta memorable fecha para la lucha por la soberanía nacional.


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Los retos de la libertad de prensa en Colombia


Carlos Jaime Fajardo
Revista Viento del Sur

La lucha por la libertad de prensa en Colombia debe afrontar el monopolio de la información, enfrentar la "cultura de la amenaza", y generar medios de comunicación alternativos que hagan
contrapeso al hegemonismo informativo.

El reciente exilio del periodista Daniel Coronel, director de "Noticias Uno", por las amenazas causadas contra su ejercicio profesional por parte de un senador, es un reflejo más que en Colombia no se vive en plena democracia, como lo proclama a los cuatro vientos el presidente
Uribe. Particularmente, la libertad de expresión, y específicamente la libertad de prensa, en los
hechos no existe en Colombia, a pesar de ser norma constitucional o de tratados Internacionales.

Desde el punto de vista específico de la lucha por libertad de prensa (escrita, hablada, visual, etc), esta requiere afrontar los siguientes retos en la sociedad colombiana:

1) El monopolio de la información: Esta problemática es palpable en Colombia, pues tan sólo existe un diario de circulación nacional, "El Tiempo", que para completar su misión es de servilismo al gobierno, mientras los noticieros de televisión de los dos principales canales, además de ser también siervos del gobierno, presentan formatos superficiales y light, que piensan más en ser mass medios del mercado que medios de información. Dicho carácter monopólico de la información tiene una prueba más: la censura que desde la Comisión Nacional de Televisión se le hizo a Telesur, para evitar su transmisión, debido a argumentos ideológicos antes que periodísticos. Como consecuencia del monopolio, asistimos a permanentes monólogos que construyen la opinión pública del presidente Uribe. Por eso se han transmitido 108 programas de televisión de los llamados consejos comunales, y como si fuera poco ahora van a continuar con su monólogo por medio del "ahora", periódico apologético del régimen, caja de resonancia que estará dirigida por José Obdulio Gaviria, asesor uribista.
Para afrontar este reto, se requiere la proliferación de medios alternativos de información, que
muestren la realidad nacional, independientemente de sus múltiples matices políticos.

2) La cultura de la amenaza: Un segundo reto es afrontar la "cultura de la amenaza", que bien
proliferada está en Colombia, pues en los últimos días, se ha dado en el caso de los periodistas
como Daniel Coronel, Holman Morris, Carlos Lozano, William Parra, entre muchos otros, Quienes han sido amenazados por "fuerzas oscuras", a causa de su ejercicio profesional. La amenaza y el asesinato son medios que se utilizan en Colombia para acallar a quines son críticos del gobierno Uribe, aunque debe aclararse que desde regímenes anteriores esta ha sido una práctica cotidiana. Pero la pregunta es ¿cómo asumir este reto? Pensamos que no se puede renunciar a la denuncia de los diferentes casos de amenazas para no dejar oculto dicho atentado contra la libertad de prensa, manteniendo la decisión resuelta de construir la patria incluso a costa de la vida, pues el exilio es lo que buscan quienes amenazan, y esta debe ser la última alternativa de quienes han propuesto miradas críticas a la realidad de este país. Claro está que para esto se requiere romper con la indiferencia de los diferentes sectores sociales y brindar la solidaridad a quienes se atreven a opinar en medio de la inseguridad fascista.

3) La política de Seguridad Democrática: En esta coyuntura de la historia de Colombia, surge un nuevo reto cual es afrontar la concepción de la política de seguridad democrática del presidente Uribe, que busca trazar una línea divisoria entre los periodistas que se convierten en sus cajas de resonancia y quienes muestran la realidad y un pensamiento crítico. A estos últimos se les señala de antipatriotas y colaboradores del "terrorismo". No en vano en el primer capítulo del Plan de Desarrollo del gobierno Uribe se señaló el compromiso que la prensa debía tener con dicha política, para lo que se proponía no transmitir imágenes que mostraran la realidad del conflicto interno, pues hacerlo fue catalogado como apoyo al terrorismo. Tal fue el caso de Holman Morris con los sucesos del Putumayo en el mes pasado, o el señalamiento a periodistas internacionales por atreverse a criticar la ley de "justicia y paz".
Es fundamental que los periodistas que aún mantienen su mirada crítica no se dejen amedrentar de las bravuconadas del gobierno, a pesar de los riesgos que se corren.

4) Dejar de ser simples consumidores de la información: Otro reto es el proceso de pasar de la
cultura del consumidor de medios a ser participes en los medios. Este reto corresponde más a los receptores de la información, pues por lo general se convierten en receptores pasivos, en muchos casos sin una mirada crítica de la información, lo que facilita el manto de opinión pública que los monopolios y los regímenes autoritarios crean a través de la información. Para ser participes de los medios de información se requiere, por una parte, exigir espacios de opinión en los medios tradicionales de información, en los que la opinión contribuya a la construcción de una noticia objetiva, y por la otra, es fundamental que los diferentes sectores de la sociedad comprometidos con la lucha por la libertad de prensa gesten formas alternativas de comunicación para hacerle contrapeso al hegemonismo informativo. Con certeza la lucha diaria por la libertad de prensa en Colombia hará evidente nuevos retos. Lo central es que quienes asuman esta loable tarea estén ligados a los intereses nacionales y populares, para que la solidaridad del pueblo en esta gesta se constituya en su muralla de hierro que los proteja de la cachiporra del fürer.



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Un nefasto proyecto de nación está detrás de las protestas en Colombia

By Carlos Jaime Fajardo - Revista Viento del Sur Report this post to the editors

Diferentes versiones se han dado sobre que está detrás de las protestas sociales del mes de octubre en Colombia, en un inicio el gobierno manifestó que en estas habían fuerzas infiltradas como las guerrillas y últimamente dice que son los parlamentarios de la oposición. ¿Pero de verdad, qué es lo que las está promoviendo? Sobre todo porque según dice el general Naranjo estas son coincidentes y ello preocupa demasiado.

En la protesta social se activan mecanismos de la lucha de clases en las que se ponen de manifiesto intereses económicos y políticos diversos. Por ello se observa tanto la represión de los intereses dominantes como la resistencia de los sectores populares.

En cuanto a los intereses políticos y económicos de los sectores dominantes, vale recordar los tres principios rectores del proyecto de nación uribista: 1. privilegio a la inversión extranjera; 2. seguridad democrática; y 3. cohesión social[1].

Estas características del proyecto de nación uribista, ha traído consecuencias lesivas para los pueblos que actualmente protestan, veamos algunos ejemplos de ello.


1. Inversión Extranjera.

Una de las primeras medidas que se impulsó desde la década anterior, para facilitar la inversión extranjera fue la flexibilización laboral con la ley 50 del 90 y la ley 789 del 2003 ambas de autoría uribista, debido a ello hoy los cortadores de caña laboran en situaciones casi esclavistas en las que se les niega los mínimos derechos laborales, similar sucede con la mayoría de los trabajadores. Otro ejemplo son, las leyes ambientales como la ley de páramos, del agua, forestal, impulsadas en el 2005 para despojar de los territorios y recursos naturales a los pueblos indígenas y campesinos para entregárselos a las multinacionales. En la costa pacífica caucana, particularmente en Timbiquí, con el objetivo de construir un puerto de aguas profundas para facilitar el transporte de mercancías en función del TLC, se ha desplazado población campesina, indígena y afro. Este modelo de nación que privilegia a los sectores dominantes, replica casos como los de Carimagua que despoja a desplazados del derecho a la tierra para entregárselas a los grandes empresarios. Una muestra más son las exenciones tributarias a la inversión extranjera en el Valle del Cauca, que ascienden a 150 millones de dólares, en los últimos tres meses[2].

2. Seguridad Democrática.

Ya ha sido cuestionada por diferentes estudios, esta política bandera del proyecto de nación uribista, sin embargo en el caso de los pueblos indígenas del Cauca , vale recordar el consejo comunitario del 15 de marzo de 2008 realizado en Popayán , en e que el presidente, el ministro Holguín, el comandante de la tercera brigada, dirigentes de la SAG , analizan como destruir la organización indígena, por medio de represión, recompensas, encarcelamientos, etc., criminalizando sus luchas para despojarlos de su autonomía, ya que según la seguridad democrática no hay territorio vedado para actuar. Otra muestra de lo antidemocrático de dicha política es el caso de decretar estado de conmoción interior por el desarrollo de un paro de empleados públicos. Esto sin mencionar uno de los indicadores de logro del avance de tal bandera, como lo son los llamados positivos, que consiste en secuestrar jóvenes en los barrios populares para asesinarlos y hacerlos pasar como muertos en combate[3].

3. Cohesión Social.

Esta pretendida cohesión que busca unir la sociedad en torno al uribismo, que tiene como fundamento la homogenización del pensamiento, tachando a quienes disienten de ello como terroristas o auxiliadores de ello. Una medida inicial fue negar la existencia de la lucha de clases sociales, y el conflicto social y armado que se presenta en el país, llegando al extremo de prohibir a los diplomáticos utilizar la palabra conflicto[4]. En ello han jugado los planteamientos ideológicos de Obdulio Gaviria y Eduardo Posada, de la mano con los grandes medios de comunicación. Por eso les parece tan extraño que la oposición y, organizaciones sociales apoyen el legitimo derecho a la protesta, a tal punto que anuncian demandas ante la procuraduría a senadores que se han solidarizado con la causa social de quienes protestan en este mes de octubre. Sin duda pueden citarse muchos ejemplos sobre las medidas del gobierno contra quienes piensan y opinan diferente, en nombre de su principio de cohesión social.

Ese nefasto proyecto de construcción de nación, con certeza beneficia a las grandes multinacionales, a terratenientes, grandes burócratas y sin duda afecta a la mayoría de los colombianos. Por ello en octubre protestan indígenas, campesinos, afro americanos, pescadores, artesanos, empleados de puertos, empleados estatales, pobladores barriales, profesores, estudiantes, etc. y no por ninguna manipulación de fuerzas extrañas, como argumenta el gobierno.

Sin duda en este momento se requiere oponer otro proyecto político que realmente beneficie a la nación colombiana, particularmente a los sectores populares, en ello pueden aportar los valores fundamentales que propuso para tal fin el profesor Fals Borda: libertad, solidaridad, autonomía y dignidad[5].

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[1] Estos tres principios fueron expuestos por el embajador de Colombia en la OEA en la reunión de marzo cuando se trató el caso de Raúl Reyes. También fueron expuestos por el presidente Uribe en la pasada asamblea de Naciones Unidas.

[2] Entrevista al senador Alexander López por la emisora CARACOL el 18 de Octubre de 2008

[3] A finales del mes de septiembre de 2008, se supo de la muerte de varios jóvenes en Ocaña Norte de Santander, presentados como muertos en combate, quienes en realidad eran desaparecidos de la localidad de Ciudad Bolívar de Bogotá.

[4] Ver directiva presidencial del 14 de junio de 2005.

[5] Ver Fals Borda Orlando, El socialismo raizal y otros escritos, ediciones CEPA y Desde Abajo, Bogotá, agosto 2007.



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